lunes, 6 de julio de 2009

Walkman cumple 30 años (I) "Del imperio de la mirada a la sociedad del espectáculo" (Ojos Abatidos, Martyn Jay)

Analicemos la siguiente imagen


Si trazamos una linea de lectura derecha-izquierda, veremos al típico grabador occidental, con su micrófono envuelto en piel. Frente a él la fauna, flora y mecánica que suenan en el planeta. El hombre no occidental, no se sabe muy bien si es parte o paréntesis de ese mundo por grabar, del que el iPod de la izquierda parece ser el contenedor último, de ahí que en su pantalla aparezca una fotografía del mundo.
Si atendemos a la presentación del Institute for Inquiry veremos que sus intenciones no tiene que ver con la recopilación y archivo de los sonidos del mundo para hacerlos portables en nuestros reproductores de audio, sino con tratar de concienciarnos sobre nuestra progresiva pérdida de relación con el sonido como forma de conocimiento. Frente al Jivaro, como ellos explican, el oído occidental está totalmente alienado.
El mp3 y el walkman se han convertido en el paradigma de la privatización del espacio sonoro humano. La tecnología actual en la que el auricular se ha sumado al diseño de tapones de membrana que aíslan del sonido exterior sin necesidad de volumen extremo, son el último paso. Ejemplo superlativo de esto es el anuncio de Sony Walkman de 1988 en en que un mono escucha obnubilado una canción con sus auriculares en medio de la sabana.



Los ecologistas sonoros y teóricos de la escucha coinciden en que es necesario escuchar atentamente o por usar palabras de John Cage, dejar a los sonido que sean por si mismos presentándoles atención hasta que nos demos cuenta que pueden ser interesantes.
Las relaciones de esto con las biopolíticas del oír no son caprichosas. El corpus crítico de Foucault no trató la música y se centró en la imagen y la palabra para hablar de la biopolítica. Esto ha provocado un error analítico importante al hablar de mecanismos de control, hablando de panopticismo sonoro cuando se habla de altavoces, megáfonos e incluso Muzak.
Sin embargo si fuese necesario adoptar términos políticos ya concebidos, deberíamos hablar de espectáculo. La propaganda hecha espectáculo, que se apodera del cuerpo hasta el punto de eliminar nuestra relación natural con el espacio sonoro. O por usar la revisión de Baudrillard del espectáculo, cuando el espacio sonoro se hace simulacro. Foucault afirmaba “Nuestra sociedad no es una sociedad del espectáculo, sino de la vigilancia […]. No estamos ni en el anfiteatro ni en el escenario, sino en la máquina panóptica investidos de sus efectos de poder, que llevamos incorporados en nosotros mismos por cuanto somos parte de su mecanismo”. Podríamos aplicar esta afirmación a la autocensura en el qué decir o al cómo hablar, que tendría su ejemplo intercambiable en el micrófono oculto y en modelo histórico más antiguos como es el caso de los expuestos por Athanasius Kircher. Pero esta relación parece insuficiente para hablar de todos los mecanismos de control del cuerpo.

Devord tampoco se ocupó mucho del sonido. Aunque tiene alguna obra hablada su producción no-escrita más “famosa” es en cine, y el espectáculo como tal parece referirse a la visualidad. Cuando Debord afirma que el espectáculo es “una relación social entre personas, medida por imágenes” que conforma un espacio en el que estas relaciones son controladas por los ritmos de consumo, la posibilidad de intercambiar el medio de la visual por el aural es más sencillo que con los ejemplos escópicos del panopticismo, por ser el walkman y mp3 creadores de espacios virtuales que aíslan al sujeto proporcionándole un ambiente distinto.

Para contemporaneizar el anuncio de Sony de 1988 tenemos en el iPod de 2006/2007, en el que grupos musicales que funcionan como modelos de conducta o al menos de consumo para una parte considerable de la población, forman parte de una animación a tres colores.



Negro de la silueta, color chillón de fondo y blanco como color iPod/Mac, que funciona como interfaz por donde entra y sale el sonido en ese mundo-mac. La idea de creación de espacio autónomo de alienación, más que un problema moral para los publicistas se convierte en leitmotive. En el caso de nuevo Walkan es bastante claro.



En este último ejemplo de publicidad, la idea del espectáculo como elemento de alienación que te permite “amar trabajar hasta tarde”, es especialmente obsceno.



“Para que 1984 no sea como 1984” era el titulo de la campaña de Mac contra PC que se hacía eco de la distopía Orwlliana como metáfora de la lucha contra el monopolio y el régimen escópico que este significaba. En fin, sin duda lo consiguieron, para cambiar el modelo de control escópico por el del espectáculo auditivo.




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