jueves, 13 de diciembre de 2007

De la palabra de Diós al sonido de las 7 trompetas




“El valor social que posee la música y el efecto que produce depende sobretodo del contexto. La música para el guaraní era una actividad natural y cotidiana; una actividad esencial y una necesidad básica.

A diferencia de la música europea, la guaranítica requería de un alto grado de cooperación para ser interpretada, la noción de competencia no existía. Este valor social coadyuvó a la reducción y organización económica de la mano de obra guaraní […].

Es entonces el valor y la función social que la música tenía para el guaraní lo que posibilitó su apertura hacia el sonido humanamente organizado europeo, experiencia humana que el europeo no pudo manifestar en relación a la música guaraní por su incapacidad, producto de actitudes y procesos cognitivos deficientes aprehendidos en una cultura etnocentrista y destructora.

La música no fue el único dispositivo de control desplegado por los jesuitas, pero sí fue muy importante y jugó un papel trascendental en la aparición de los efectos paulatinos conductuales que posibilitaron el control social y la concentración de poder […].

El mantenimiento del poder pastoral jesuítico a través de dispositivos de control, como la música, no se debió a la capacidad de monopolio del uso de la fuerza. La violencia física o psicológica tuvo menos peso que la convicción del pensamiento de adhesión, aceptación y cooperación de los dominados guaraníes. Los jesuitas lograron instalar la creencia de que su dominación fue un servicio que le hicieron a los dominados. El poder jesuítico aparece de esta manera tan legítimo que los guaraníes consideraron su deber servir a quienes les sirven […].

El resultado final del cóctel de dispositivos desplegados por los jesuitas fue la instalación, en el cuerpo social guaraní, de una situación latente de temor, una sensación de estar observado constantemente, limitando al sujeto a realizar por ejemplo acciones indebidas. Lo remarcable de la estrategia jesuítica fue posibilitar una sensación de panóptico similar a la que hoy existe, entre los aborígenes de los siglos XVII y XVIII. Los misioneros supieron crear en un espacio de opresión, un sentido de libertad; mostrando a la misión como un ámbito de liberación que protegía al nativo de la esclavitud bandeirante y la encomienda española, y conformando una sociedad “al margen” del Imperio Español, donde la situación latente de temor no pasaba por el castigo, o el suplicio, sino por la reprobación de los padres, en una dimensión terrenal y el temor a Dios en el plano celestial.”

La música como dispositivo de control social en las misiones guaraníticas de la provincia jesuítica del Paraguay (s. XVII-XVIII)

Ariel Germán Vila Redondo (arielvilaredondo@hotmail.com)

Departamento de Antropología e Historia de América, Universidad de Barcelona

http://www.um.es/estructura/equipo/vic-estudiantes/arquimedes2003/pdf/011-Arielvila.pdf

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Japanese war tubas llegan a los muros de Jericó




















"Hear the trumpets, hear the pipers.
One hundred million angels singin'.
Multitudes are marchin' to the big kettle drum.
Voices callin', voices cryin'. Some are born an' some are dyin'.
It's Alpha's and Omega's Kingdom come"

The man comes arround
Johnny Cash

domingo, 9 de diciembre de 2007

El suplicio debe llegar al alma











"La desaparición de los suplicios es, pues, el espectáculo que se borra; y es también el relajamiento de la acción sobre el cuerpo del delincuente. Rush, en 1787, dice: "No puedo por menos de esperar que se acerque el tiempo en que la horca, la picota, el patíbulo, el látigo, la rueda, se considerarán, en la historia de los suplicios, como las muestras de la barbarie de los siglos y de los países y como las pruebas de la débil influencia de la razón y de la religión sobre el espíritu humano."`[...]

No tocar ya el cuerpo, o lo menos posible en todo caso, y eso para herir en él algo que no es el cuerpo mismo. Se dirá: la prisión, la reclusión, los trabajos forzados, el presidio, la interdicción de residencia, la deportación —que han ocupado lugar tan importante en los sistemas penales modernos— son realmente penas "físicas"; a diferencia de la multa, recaen, y directamente, sobre el cuerpo. Pero la relación castigo-cuerpo no es en ellas idéntica a lo que era en los suplicios. El cuerpo se encuentra aquí en situación de instrumento o de intermediario; si se interviene sobre él encerrándolo o haciéndolo trabajar, es para privar al individuo de una libertad considerada a la vez como un derecho y un bien. El cuerpo, según esta penalidad, queda prendido en un sistema de coacción y de privación, de obligaciones y de prohibiciones. El sufrimiento físico, el dolor del cuerpo mismo, no son ya los elementos constitutivos de la pena. El castigo ha pasado de un arte de las sensaciones insoportables a una economía de los derechos suspendidos.

(Foucault, Michel. Vigilar y castigar : nacimiento de la prisión.- 1a, ed.-Buenos Aires : Siglo XXI Editores Argentina, 2002)

Un detenido también debe sentirse como si fuera tocado sin ser tocado, mientras está acurrucado, con las manos encadenadas entre los tobillos encadenados a un candado en el suelo, en un cuarto completamente oscuro, incapaz de encontrar alguna posición del cuerpo que no le cause dolor auto inducido. Seguramente, entre otras cosas, la experiencia crea una cadena de dolor, inmovilidad, y tacto indeseado (sin contacto); y de ser forzado a lastimarse a si mismo por un Poder incorpóreo e invisible. Un éxtasis oscuro, la experiencia no debe ser ni de aislamiento ni de comunión, sino una relación que imita los efectos de las cadenas que atan su cuerpo - la relación de estar enteramente a merced de un Poder ubicuo y sin misericordia. Me lo imagino, a veces, como ser sumergido en una distopía post-moderna, pos Foucauldiana en donde uno es incapaz de nombrar, mucho menos resistir, el poder abrumadormente difuso que está afuera de uno, pero que también está adentro, y que opera a partir de obligarlo a uno a cumplir contra la propia voluntad, contra los intereses
propios, pues no hay manera—ni siquiera una retirada hacia la interioridad—de escapar el dolor. ¿Qué mejor medio que la música para lograr (como una interpretación musical bien lograda) la experiencia del poder ubicuo e incombatible de Occidente (del infiel)?

(La música como tortura / La música como arma Suzanne G. Cusick Traducción: Sebastián Cruz y Ruben Lopez Cano http://www.sibetrans.com/trans/trans10/cusick_cas.htm)

Stockhausen is dead
























1928-2007
"Desde mi infancia he tenido la intuición de que no soy de aquí, de este planeta, y de que lo esencial de mi misión en la Tierra consiste en establecer, a través de la música, unos lazos entre los terrestres y los extraterrestres"

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